China afirma haber iniciado la producción masiva de baterías nucleares para uso en celulares, entre otros dispositivos, que no requieren recarga, no emiten radiación al exterior, no son de litio y, al finalizar su vida útil, se transforman en cobre común.
Podrían cambiar el panorama energético mundial. La desintegración del níquel-63 produce Cobre-63, un isótopo estable y no radiactivo, lo que significa que, al final del ciclo, la batería no deja residuos nucleares peligrosos, sino un metal reutilizable.
La radiación beta del Níquel-63 no atraviesa la piel humana y, gracias al diseño del dispositivo, no se libera al exterior. Así, la batería es segura para usos cotidianos si el encapsulado permanece intacto.
Aunque la tecnología betavoltaica no es nueva —NASA y ejércitos ya la usan—, la miniaturización para aplicaciones civiles es revolucionaria.
Una batería nuclear, o celda betavoltaica, genera electricidad mediante la desintegración beta de isótopos radiactivos. En este caso, se usa Níquel-63, que emite electrones (partículas beta) que impactan un semiconductor y generan electricidad, de manera similar a los paneles solares pero con partículas en lugar de luz.
Se trata de un isótopo radiactivo del níquel que emite partículas beta de baja energía.
100 años de vida
Tiene una vida media de unos 100 años, lo que lo hace ideal para baterías nucleares de larga duración.
Es relativamente seguro, ya que su radiación no penetra la piel y puede contenerse fácilmente con materiales adecuados. Al descomponerse, se convierte en Cobre-63, un metal estable y no radiactivo.