Los 133 cardenales de todo el mundo se reunirán en los próximos días en Roma para la elección del sucesor del papa Francisco. Algunos de ellos ya arribaron para el cónclave que se llevará a cabo en los próximos días. Este se realiza en la Capilla Sixtina, a pocos metros de donde los cardenales se hospedarán hasta elegir al próximo Papa.
La votación se realiza un sorteo para designar a tres escrutadores, a tres infirmarii que buscan los votos de los purpurados enfermos, y a tres encargados de revisar el recuento de votos.
Los escrutadores tienen la responsabilidad de contabilizar los votos mediante un proceso en el que cada uno cumple un rol particular. Además, son los encargados de quemar los votos y de encender la fumata para indicar si se ha elegido o no un Papa.
La votación comienza con la entrega de una hoja que lleva la inscripción eligo in summum pontificem (Elijo como Sumo Pontífice), en la que los cardenales escriben el nombre del candidato de su elección, sin poder votarse a sí mismos.
Al momento de depositar el voto, lo hacen por orden de antigüedad como cardenal. Antes de introducirlo en la urna, pronuncian un juramento: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Luego depositan su voto doblado en un plato y lo deslizan dentro de una de las urnas frente a los escrutadores, se inclinan ante el altar y regresan a su sitio.
En el caso de los cardenales enfermos, los infirmarii llevan hasta ellos una caja con una abertura para depositar el voto. Posteriormente, los infirmarii devuelven la caja a la Capilla Sixtina. Esta luego es abierta por los escrutadores una vez que todos los cardenales presentes hayan votado, contando las papeletas contenidas y comprobando que su número corresponda exactamente al de los cardenales enfermos.
Una vez completada la votación, comienza el conteo. Uno de los escrutadores agita la urna para mezclar los votos y los transfiere a un segundo recipiente. Luego, otro los cuenta. El primer escrutador abre cada voto, anota el nombre y lo pasa al segundo, quien repite el proceso y se lo entrega al tercero. Este último proclama el nombre en voz alta para que el resto de los cardenales lleve un recuento paralelo. Posteriormente, el tercer escrutador perfora cada hoja, en la parte donde dice Eligo, utilizando una aguja e hilo para ensartarlas todas juntas.
Finalmente, los votos son quemados por los encargados después de cada dos rondas de votaciones. En el horno adjunto se emite una señal de humo: negro si no se ha elegido un Papa, blanco si el cónclave ha concluido con éxito.
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