Una situación completamente inesperada sorprendió a los seis finalistas de Gran Hermano durante la noche. Mientras transcurría la jornada con normalidad, una alarma sonó repentinamente en la casa, y los participantes quedaron “congelados”, como indica una de las reglas del juego: nadie podía moverse bajo riesgo de sanción.
En medio de ese clima de tensión, un grupo de hombres vestidos de negro, con carteles que los identificaban como “staff”, ingresó a la casa ante la mirada de los jugadores. Sin dar explicaciones y sin intercambiar palabra, comenzaron a retirar objetos de valor emocional y funcional para los competidores: se llevaron cubiertos, almohadones, sillones y mesas.
Los finalistas, inmovilizados por la consigna, solo podían observar en silencio. Sus gestos y miradas reflejaban desconcierto, frustración e incertidumbre, mientras veían cómo se despojaba la casa de varios elementos clave. Nadie comprendía qué estaba ocurriendo ni cuál era el objetivo de esa intervención.
Una vez que el grupo abandonó el lugar, los participantes pudieron volver a moverse. Todavía en estado de shock, todos comenzaron a formular preguntas que no obtuvieron respuestas inmediatas. El conductor del programa, Santiago del Moro, al ser consultado por los jugadores, solo respondió con una enigmática palabra: “adaptación”.