A los 75 años, Adelina Ferreyra no piensa en el descanso. Vive en Angaco, en una humilde casa ubicada en calle Zapata y 21 de Febrero, donde el aroma del pan recién horneado se mezcla con el sonido rítmico del telar. Allí, rodeada de hilos, bastidores y frascos con dulces caseros, sigue construyendo una historia que comenzó hace décadas, impulsada por el legado de su madre, Aurelia Ferreyra.

Yo ya me voy poniendo vieja haciendo esto desde hace muchos años”, contó con una sonrisa Adelina, a Diario La Provincia SJ. Su historia se entrelaza con la de su mamá, quien le enseñó sin proponérselo. Es que mientras su madre tejía, ella la miraba pero sin el interés que se le despertó tiempo después. En sus años de juventud fue apreciar las manos laboriosa de su mamá y admirar las obras que hacía.

A los 75 años, no se detiene. En cada producto, hay una parte de su historia de vida. Foto: Diario La Provincia SJ.

Aurelia tuvo cinco hijos, pero fue Adelina quien recogió las agujas, los hilos y los sueños de su madre para continuar una tradición que parecía extinguirse. “La veía tejer, pero cuando era chica no me gustaba. Después, al ver que nadie seguía con sus cosas, me dio pena y yo me quedé con el telar”, expresó.

Después de que falleció mi mamá, yo ya tenía los 40 años y de ahí empecé con lo que ella dejó. Ninguno de mis hermanos tomó el telar, y yo tomé todo”, destacó la abuela que hoy ya tiene el rostro curtido y sus manos acostumbradas a hilar la lana de oveja, teñirla y tejerla.

En su casa, Adelina tiene su telar y allí teje con las lanas que ella misma hila.

El arte que no descansa

La vida de Adelina es puro movimiento. A su edad, su rutina comienza alrededor de las 5:30 de la mañana, después de descansar unas pocas horas. “Yo tejo al telar, tejo con bastidor. Sigo tejiendo. Tengo un telar como el de Doña Paula“, destacó con orgullo, haciendo referencia a los grandes telares tradicionales sanjuaninos.

Pero su talento no termina en la lana. Además de ser artesana, Adelina elabora dulces, salsas, conservas y panificados. “Amaso pan, hago semita, salsa, dulce, todo”, detalló. Cada producto es hecho en su cocina, con dedicación y saberes ancestrales que aprendió viendo a su madre.

Cada prenda hecha por Adelina guarda una historia: la suya, la de su madre y la de su tierra. Foto: Diario La Provincia SJ.

Los días de feria también forman parte de su agenda. “Vendo en mi casa y cuando voy a San Expedito, voy a la feria a vender”, contó. Es ahí donde muchos conocen su trabajo y se llevan a casa no solo una prenda tejida o un frasco de dulce, sino un pedacito de historia.

Una vida de desafíos y amor

La vida no siempre fue fácil para Adelina. De sus tres hijos, perdió a la mayor, una nena que tenía una afección cardíaca. “Ella murió del corazón, tenía un problema cuando era chiquita”, recordó con dolor. Aun así, su espíritu permanece fuerte. Sus otros hijos la llaman cariñosamente “pata de perro“, por lo mucho que anda y lo poco que descansa. “Mañana ya pienso que voy a estar haciendo otra cosa”, reconoció fiel a su estilo inquieto y laborioso.

Además de tejer, Adelina elabora panes, semitas y dulces caseros que vende en su casa y ferias. Foto: Diario La Provincia SJ.

Adelina es más que una artesana. Es una mujer que no baja los brazos, que transforma el dolor en arte y el recuerdo en trabajo. Es la memoria viva de su madre y una inspiración para quienes creen que nunca es tarde para empezar, ni para seguir.