El silencio es abrumador y por momentos genera sensaciones encontradas. El escenario parece de un lugar “bombardeado” sin embargo es producto de la mano del hombre y el paso del agua. En un rincón de Ullum, donde la tierra, la arena y las malezas confluyen generando dificultad para ingresar, se encuentra un tesoro histórico. No es un bien material sino patrimonial que recuerda los años dorado de la producción vitivinícola de San Juan: las ruinas de la ex bodega Las Lomas.

Para ingresar allí hay que transitar una huella. Un eucaliptos con enormes raíces al descubierto, abrazado a un tronco seco y con una base de ladrillos que parecen sostener a la vida, indica que se está llegando al lugar. Allí él sobrevive al paso de los años. Muchos aseguran que superó el centenario pero, héroe o no del tiempo, consiguió sobrevivir semicubierto cuando el dique tuvo su cota máxima y ahora le hace frente a la sequía.

Las ruinas de la ex Bodega Las Lomas se encuentran tras transitar una huella en Ullum.

A pocos metros, los restos de paredes, columnas, bocas de tanques, piletones y otras estructuras son huellas de lo que supo ser ese lugar. La bodega Las Lomas nació en 1912 de la mano de la familia Graffigna. Entorno a ésta había en pie toda una estructura social que no sólo incluía las viviendas de los trabajadores bodegueros y viñateros sino también había una escuela y hasta una capilla.

Conociendo la historia de ese tesoro de Ullum

El enorme árbol, de más de 10 metros de alto, es lo único que se conserva hoy de aquellos años de esplendor cuando nació la bodega. El resto murió, incluso en la memoria de la mayoría de los sanjuaninos, cuando en el año 1981 el dique inició su llenado y cubrió todo el paisaje con agua.

El lugar donde estuvo la bodega hoy es un terreno con puros escombros.

En el año 2011 hubo alguien que fue testigo de toda esa historia y que por aquel entonces relató el hecho a la periodista que escribe esta nota. Su nombre era Andrés Cortez, tenía 99 años de edad y había trabajado en aquella bodega desde niño. “Me he criado allí. Comencé a trabajar cuando tenía once años pero solía ir desde muchos años antes. Mi hermano me llevó a trabajar allí para hacer los mandados”, relató, hace más de una década, el anciano que en su juventud fue el alma de una comunidad que vivía en torno al trabajo vitivinícola.

Con una honestidad férrea y un compromiso inquebrantable, Don Andrés fue clave en la organización de la bodega. A los 20 años se hizo cargo de las llaves de la empresa y se convirtió incluso en el “despertador” de más de 50 familias que vivían en la zona. Es que estaba a cargo de tocar la campana que estaba en el corazón del predio, para que se levantaran los peones pero también para la entrada y salida a la bodega.

El predio la ex bodega Las Lomas en Ullum. Foto: colección Graffigna.

Eran poco los trabajadores durante el año pero más de 70 en época de cosecha. “Nunca falté ni llegué tarde. Yo siempre estaba ahí, permanente. No dejaba pasar una. Pero la gente era muy buena, eran muy compañeros y solidarios”, relató en el 2011.

En aquel lugar, los trabajadores cosechaban con las gamelas, echaban las uvas a los carros y las llevaban hasta la bodega donde la descargaban. El trabajo de pesar los carros y ordenar a los obreros era lo que hacía Don Cortez. Su responsabilidad era no dejar salir ni un tornillo de allí sin su autorización.

Don Cortez en el 2011. Tenía 99 años y vio crecer y morir la ex Bodega Las Lomas durante 70 años.

La historia tomó un giro dramático cuando la ciudad entera y la bodega fueron destruidas para construir el dique de Ullum, obligando a las familias a trasladarse al barrio Dique 1, en el mismo departamento.

Aparecer como un tesoro, por la sequía

Durante casi 30 años, toda la ex bodega y las viviendas aledañas quedaron bajo el agua. Sin embargo, en el 2011 todo “emergió” como un gran tesoro a raíz de que la sequía hizo que la cota bajara notoriamente.

El árbol está en el predio de la ex bodega Las Lomas y tiene todas sus raíces al descubierto.

Los bloques de ladrillos, las estructuras de columnas o paredes y las bocas de los tanques quedaron al descubierto junto con la vegetación que había crecido en el lugar. Todo esto lo convirtió es un paisaje único y en un maravilloso escenario para redescubrir San Juan.

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