Una demora puede ser para muchos un problema pero para una familia de sanjuaninos fue lo que les permitió salvarse de una tragedia. Y hoy, un vestido de novia es lo que recuerda aquel “milagro“.
Todo ocurrió el 15 de enero de 1944, el día que la tierra se movió en San Juan con el histórico terremoto. Aquel día, estaba destinado a ser el más feliz en la vida de Anastasia Prieto, una joven sanjuanina que se preparaba para dar el “sí” junto a su prometido, Oscar Turrón, en la iglesia de La Merced. Vestida con una pieza única de raso natural, confeccionada por su tía Ascención Guerrero de Fernández, Anastasia nunca imaginó que un pequeño retraso sería lo que terminaría salvándole la vida a todos.
Según relató Alicia Turón, hija de Anastasia y Oscar, la demora se dio en la casa de ella y eso incluso salvó a los vecinos. “Se demoraron porque el padrino no encontraba el cuellito y ella estaba poniendo el azahar en el saco de papá“, recordó Alicia a Diario La Provincia SJ y luego agregó: “Los vecinos salieron de sus casas porque querían ver salir a la novia y estaban todos afuera. En ese momento se dio el terremoto y todas las casas se cayeron, menos la nuestra”.
Aquel día quedó grabado en la memoria de la familia porque ese hecho permitió que se salvaran todos los vecinos que estaban fuera de sus casas. Pero no fue el único milagro. De manera paralela, la demora salvó la vida de la familia que estaba en la iglesia.
“El hermano de mi padre estaba con el sacerdote y le dijo ‘están tardando los novios’. El cura había terminado de casar a otros novios y a él también le llamó la atención que tardaran. A todos los sacó afuera de la iglesia y ahí justo se dio el terremoto“, relató Alicia.
Ese instante coincidió con uno de los desastres naturales más devastadores de la historia argentina: el terremoto de San Juan de 1944, que destruyó buena parte de la ciudad y causó miles de muertes. La iglesia de La Merced se derrumbó en cuestión de segundos y solo quedó en pie la fachada, pero quienes habían salido afuera por la demora lograron sobrevivir.
A los tres días fue el sacerdote Cruz a casarlos en la casa de unos vecinos. Anastasia usó ese vestido blanco que días antes había portado y ahora le traía la alegría de tener a todos sus seres queridos presentes. “Yo todos los recuerdos los guardo como un tesoro“, señaló la hija.
“Después toda la familia de mi papá se fue a Buenos Aires, menos mi papá que se quedó con mi abuelo porque había que levantar la fábrica otra vez. Al mes se fueron y allá se sacaron las fotos en Buenos Aires porque no tenían fotos con el vestido“, relató.
El vestido hoy es una reliquia cargada de simbolismo. Hecho en raso color natural, presenta un escote en V enmarcado por volados, mangas largas de caída amplia, una cintura entallada que da paso a una falda con gran volumen y un delicado trabajo de broderie. La pieza culmina en una cola prolongada, también adornada con volados. Se completa con un velo de broderie y una corona de azahares artificiales y perlas, detalles típicos de las novias de la época.
Hoy, el vestido forma parte del patrimonio histórico sanjuanino que está resguardado en el Museo Agustín Gnecco, como símbolo no solo de una boda que no fue ese día, sino también de la increíble forma en que el destino puede torcer los acontecimientos por segundos.