Este 13 de junio, San Juan conmemora 463 años de su Fundación, cuando en 1562 Juan Jufré estableció la ciudad de San Juan de la Frontera en el valle de Tulum. En este contexto, el Museo Agustín Gnecco abre una ventana única al pasado con objetos patrimoniales del siglo XVIII, que muestran cómo se vivía y trabajaba 200 años después de la fundación.
La historiadora Silvina Ojeda, referente del museo, explicó a Diario La Provincia SJ que estos elementos, muchos vinculados a la producción de aguardiente, vino, herramientas agrícolas y arquitectura popular, permiten entender el modo de vida en una San Juan aún colonial, donde todo se producía con materiales de la región.
La primera bodega sanjuanina: vino patero sobre cuero de buey
Uno de los objetos más impactantes es la bodega primitiva, considerada la primera forma de hacer vino en San Juan. “Se trataba de un lagar hecho con cuero de buey apoyado sobre troncos de algarrobo, donde se colocaban las uvas y se las pisaba con los pies —como el tradicional vino patero—. El mosto salía por el ano del cuero de buey y se recolectaba para fermentar”, detalló Ojeda.
El lagar de cuero que está expuesto en el museo mide 270 cm x 98 cm y la placa que lo define indica: “recipiente de cuero estirado donde se pisa la uva. El lagar primitivo estaba realizado con gruesos estacones de algarrobo fijados al suelo que sostenían al cuero de buey. Se conservaba la cola del animal de forma cerrada o natural para servir como orificio de desagüe la cual se le sacaba el bitoque (tapón).
Este proceso, compartido también con regiones vecinas como Mendoza y La Rioja, refleja cómo San Juan fue una de las primeras productoras de vino y aguardiente del país.
Tinajas, chifles y toneles: conservar y transportar el vino
Luego de la pisada, el vino era guardado en tinajas de cerámica, que se enterraban para mantenerlo fresco. “En esa época no existían refrigeradores, así que el frío natural del suelo era el mejor método de conservación”, explicó Ojeda.
También se usaban los llamados chifles, hechos con cuernos de buey, para llevar vino o agua durante los viajes. Eran objetos personales y reutilizables, muy comunes entre arrieros y campesinos.
A eso se sumaban los toneles de madera, construidos artesanalmente en carpinterías caseras, con maderas como el álamo o el algarrobo. “Muchos de estos toneles del siglo XVIII fueron reconstruidos con distintas piezas de madera, como descubrieron los chicos del museo al restaurarlos”, agregó Ojeda.
Herramientas agrícolas y construcción: todo con materiales locales
En el recorrido también se encuentran arados con asadores de hierro, que fueron clave para el cultivo en los valles sanjuaninos. Tras la cosecha, los frutos eran transportados en cuero de buey arrastrado por animales, una técnica local eficiente y reutilizable.
La madera del algarrobo, árbol típico de San Juan, se usaba no solo para herramientas, sino también para construir viviendas. “Se hacían estructuras de techo llamadas ‘tijeras’, cubiertas con cañizos, y los horcones —troncos verticales— sostenían la casa en cada esquina”, explicó Ojeda.
Antes del tren, los arrieros eran clave para la economía regional, transportando productos a lomo de mula. Para ellos se fabricaban arneses, carros y herramientas en carpinterías familiares. “Incluso se plantaban álamos con la finalidad de obtener madera para estos usos futuros”, reveló la especialista.
Un museo que guarda la identidad sanjuanina
Los objetos del siglo XVIII que conserva el Museo Agustín Gnecco no son sólo piezas de museo: son memoria viva de una provincia que se construyó con ingenio, esfuerzo colectivo y una relación íntima con su entorno natural.
En este nuevo aniversario de la Fundación de San Juan, volver a mirar estas herramientas, utensilios y métodos de producción es también reconocer la raíz de lo que somos como sociedad: una tierra que supo reinventarse, producir con lo que tenía, y dejar huella en cada objeto hecho a mano.