A tan solo 135 kilómetros de la Ciudad de San Juan, y a unos minutos de la villa cabecera de Caucete, se esconde un rincón donde el tiempo parece haberse detenido: La Planta, una localidad casi olvidada en medio del desierto, donde la naturaleza impone sus propias reglas y el silencio es parte del paisaje.
Ingresar a La Planta, San Juan, es adentrarse en un mundo distinto. Una vieja tranquera, casi inadvertida al costado de la ruta 141, marca el acceso a este paraje singular. Tras recorrer una huella de tierra de casi un kilómetro, el visitante llega al corazón de este sitio, donde viven cerca de 350 personas, rodeadas de historia, soledad y una paz difícil de encontrar en otros rincones del país.
En los años 30, La Planta fue un importante centro de actividad minera, con una imponente estructura dedicada a la extracción de oro. Hoy, lo que fue aquella planta es solo un recuerdo, aunque aún se conserva su enorme torre y una construcción de ladrillones que fue el centro administrativo del complejo. Este edificio es considerado la joya arquitectónica del pueblo y un símbolo que conecta el presente con el pasado glorioso de la zona.
Humildad, trabajo y desconexión
Las viviendas de La Planta están construidas con adobe y caña, en una zona donde no hay calles asfaltadas ni veredas. El pavimento es reemplazado por tierra, y el verde casi inexistente se reduce a algunos chañares que brindan sombra en las tardes calurosas. El acceso a la energía eléctrica llegó recién en 2012, y aún hoy, muchas familias no cuentan con medios de movilidad más allá del caballo o el burro.
El trabajo rural y la recolección de leña son actividades cotidianas entre sus habitantes. Durante la temporada de cosecha, algunos salen a trabajar en fincas o hacen changas en pueblos vecinos. Para llegar a Caucete, el principal centro urbano más cercano, deben caminar hasta Marayes —ubicado a 2 kilómetros— y esperar un colectivo que tarda casi dos horas en llegar a destino.
La escuela, un faro en medio del desierto
El corazón social y educativo del pueblo es la Escuela República de Bolivia, donde asisten 44 chicos desde nivel inicial hasta el tercer año del secundario. Pero este espacio es mucho más que un establecimiento educativo: los viernes se transforma en salita de atención primaria, cuando un equipo médico visita a la comunidad para brindar controles y asistencia básica.
Para los vecinos, esta escuela representa un espacio de contención, encuentro y esperanza, en un lugar donde las oportunidades escasean, pero la solidaridad abunda.
La Planta es un lugar donde la libertad convive con el aislamiento natural, y donde la vida se mide con otros ritmos. Aquí, los días transcurren entre mates con semitas al sol, el silbido del viento sobre la tierra, y la curiosidad intacta ante el paso de un auto forastero que rompe la quietud.
En un país que corre a toda velocidad, La Planta ofrece una pausa. Un refugio. Un pedazo de historia viva, con desafíos tan grandes como su belleza escondida.
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