A los 66 años, Omar Pineda es mucho más que un fotógrafo retirado. Es un hombre que, desde hace seis años, enfrenta uno de los desafíos más importantes de su vida: el Parkinson. Esta enfermedad, que al principio intentó negar, hoy se convirtió en una oportunidad para ayudar a otros y construir una red de contención que transforma la adversidad en esperanza.
“Yo lo rechazaba al diagnóstico, no quería decir bien qué era lo que tenía”, recordó Omar en diálogo con Diario La Provincia SJ. El primer indicio no vino de un médico, sino de su hija que es kinesióloga, María del Valle, quien notó un cambio en su forma de caminar. “Me dijo ‘papi, andá de donde has venido y pegá la vuelta’. Ella notó que tenía el paso más corto y arrastraba el pie. Así fue como todo empezó”.
UNA VIDA ENTRE FOTOS, PASIÓN Y VOCACIÓN
Omar nació en San Juan, pero su historia con la fotografía comenzó en Catamarca, a los 14 años. “Mi hermana era abanderada y no había fotógrafo, así que empecé a sacarle fotos. Me entusiasmó mucho el hecho de que todos me pedían fotos, y ahí me entró el gustito”.
A los 23 años regresó a San Juan con esa cámara Kodak “casera” y acá pudo comprarse una profesional. Con ésta empezó a retratar actos escolares. Su ojo entrenado y su sentido estético lo distinguieron rápidamente. “No solo basta tener un buen equipo, sino tener buen gusto. Y buen ojo”, afirmó con convicción.
Foto: Maximiliano Huyema / Diario La Provincia SJ.
Su carrera creció rápidamente: casamientos, eventos sociales y finalmente, el periodismo gráfico. Trabajó durante nueve años en El Nuevo Diario, luego en El Zonda por siete años y medio, y también en Diario Huarpe y Diario de Cuyo como fotógrafo freelance. En los últimos años prestó colaboración con Diario La Provincia SJ. “Esto se lleva en el alma, es una pasión. Si no te gusta, no lo tenés que hacer por plata, porque se nota en la foto”.
En ese camino también conoció a Adriana Espínola, su compañera de vida, con quien se casó en 1989. “Los noviazgos anteriores no me funcionaban porque no creían que todos los sábados yo los tenía ocupados por trabajo. Adriana fue distinta, me acompañaba a las fiestas. Íbamos en la moto, era la forma de vernos”, recordó.
En 1992 nació su hija, María del Valle, y luego con ella llegó el primer nieto de la familia.
EL DIAGNÓSTICO QUE CAMBIÓ SU VIDA
El Parkinson llegó sin aviso, en plena pandemia. Aunque el diagnóstico fue leve en un inicio, Omar reconoce que lo negó durante un tiempo. Pero con el apoyo de su familia y la comunidad, logró salir adelante. Hoy forma parte de la Asociación Unidos por Parkinson San Juan, una entidad que brinda contención a quienes atraviesan esta enfermedad.
“Llegué a la asociación por mi hija, que se enteró que existía. Fui a una charla en Chimbas y ahí me pidieron que siguiera yendo. Después la secretaria tuvo que renunciar y me convocaron como secretario. Estuve cuatro años en ese rol. Ahora estoy en el área de revisión de cuentas, sigo siendo parte de la comisión”.
Omar insiste en la importancia del ejercicio físico y de no dejarse estar: “Una de las cosas que más bien nos hace es la pileta. La natación es como hacer varios tipos de gimnasia a la vez. Ayuda a mover todo el cuerpo y mejora la coordinación”.
“Lo que le diría a la gente que tiene Parkinson es que apenas tengan síntomas, no se dejen estar. Que tomen los medicamentos a horario, y no dejen de hacer ejercicio. Caminar, andar en bicicleta fija o nadar. Pero moverse, siempre”, finalizó.