Violeta Pérez Lobos, la emblemática bailarina de danza contemporánea, dio su última entrevista a Diario la Provincia la primera semana de septiembre en la que realizó un repaso de su vida.
Ella recibió a este medio a pesar de su delicado estado de salud y, pocos días antes del encuentro, le habían colocado una sonda en un procedimiento de traqueotomía por su dificultad al respirar. Como consecuencia, su voz era muy suave y baja lo que la obligaba a recurrir a Fernando, su marido y pilar fundamental, para ayudarla a transmitir lo que quería decir.
Al enterarse de que el diario le realizaría la entrevista, se embelleció con un labial rojizo perlado; aros redondos y una hermosa chalina rosa pastel bordada que cubría su cuello y hombros hasta su pecho. No tuvo problema en que se la fotografiara porque “estaba bella”. Su marido la apoyó en todo momento y fue su voz cuando ella “la perdía”.
Diario: ¿Cómo nació su vocación por la danza?
Violeta: Mi familia, era una familia de artistas… Mi madre aspiraba tener hijos prodigios como el pequeño director de orquesta Pierino Gamba que estaba de moda en las películas. Por este motivo nos envió a la mejor escuela de música, al conservatorio Beethoven.
Contestaba con voz baja que se fue disminuyendo más y Fernando buscó un vaso con agua para que aclarara su voz.
Pero mi vocación nació por medio del cine. Con mi hermano íbamos al cine y tratábamos de recrear y representar las escenas que veíamos. A la edad de 7 años ya tenía determinado que iba ser bailarina, pero mi padre me decía que no le gustaba la idea y por esa razón tenía que estudiar.
Con cada frase que terminaba, Fernando le acercaba el vaso para que bebiera unos sorbos de agua.
Diario: ¿Quién fue su referente en la danza?
Violeta: Fue la bailarina porteña María Fux y Stekelman, Fredy Romero, Isolde Kleitman, Rudolf Nuréyev, entre otros.
Contestaba con una sonrisa y al tener la voz muy bajita, Fernando le ayudaba a contestar.
Diario: ¿Cómo definiría lo que fue la danza en su vida?
Violeta: Uhh que difícil, fue todo, TODO. Es un arte muy complejo para una bailarina disciplinada muy trabajadora y creativa.
Se le iluminó el rostro al hablar de la danza, contestó con frases cortas y de manera pausada. Se notaba pensativa y con mirada tierna.
Yo soy una persona que cree mucho en el trabajo y que las cosas se logran trabajando.
Fernando comentó, además, que ella era creyente en el trabajo, que nada se obtiene así nomás, sino que se logra por el fruto del esfuerzo y dedicación.
Diario: ¿Alguna vez pensó que sería la bailarina más representativa de San Juan?
Violeta: Nunca pensé que sería una bailarina representativa .
En ese momento llegó un doctor para realizarle unos controles de rutina y elogió lo coqueta que estaba. Además, mientras la atendía, bromeaba con ella diciéndole que no entregara ningún número de tarjeta y a lo que respondió con una sonrisa pícara. Pocos minutos después charló un ratito con Fernando y se retiró.
Diario:¿Qué recuerdos tiene de su inicio en la danza?
Violeta: Mis inicios en la danza fueron a la edad de 16 años con Nebita Alladio, en clásico. Con ella conocí a mis compañeros Juan Carlos Abraham y Evangelina Burgalat donde nos hicimos muy amigos. Con el tiempo hicimos coreografías y nos convertimos en los bailarines principales.
Tiempo después vuelve a San Juan el profesor Arnaldo Teodoro Peña, que era del departamento de Rawson, en el ISA. En ese instituto abarcaba muchos rubros artísticos como la danza, canto, teatro. Me inicié en la danza moderna y luego ingresé en el ISA donde me fui perfeccionando día a día. Fui motivando a Juan Carlos y a Evangelina, y dejamos a Nebita Alladio.
Con el profesor Peña desarrollamos una nueva corriente que era la danza moderna (la actual danza contemporánea). Realizamos muchas funciones, íbamos por distintas provincias y nos volvimos reconocidos. Al tiempo en el gobierno de turno, eran tantas las actividades que hubo problemas económicos. Se continuó con la escuela de música y con la escuela de canto. A partir de allí se forma la orquesta y se forma el coro del maestro Petracchini.
Todas las demás actividades quedaron de lado. A partir de allí con Juan Carlos iniciamos nuestra carrera independiente mediante una escuela privada de danzas hasta la creación del Estudio Coreográfico Argentino, cuyo nombre fue designado por Juan Carlos.
Fernando la ayudó a responder en su gran mayoría a esta pregunta y ella ‘lo retaba de manera dulce’ diciendo que iba a hablar, que era su entrevista. Ellos se miraban y reían a carcajadas.
Diario: ¿Qué recuerdo tiene del Estudio Coreográfico Argentino?
Violeta: Poseo muy lindos recuerdos, era un estudio inmenso y muy bonito; dedicado fundamentalmente al arte, teníamos muchísimos alumnos. Hubo un año que tuvimos 80 alumnos, un número increíble en un solo curso.
De forma dulce le preguntaba Fernando a ella, si necesitaba más agua para aclarar la voz, a lo que respondía que sí. Él comento que era increíble la magnitud de alumnos con la que contaba el instituto ese año y más para una disciplina como esa.
Diario: ¿Cómo recuerda a Juan Carlos Abraham?
Violeta: Como un amigo, un gran amigo.
Fernando también comentó que en un sus dos libros lo menciona mucho. Es más, en su primer libro de poemas le dedicó escritos.
Diario: ¿Cómo es su vida después del cierre de su estudio de baile?
Violeta: Me dedico a visitar familiares, pasear, entre otras cosas.
Respondió de forma directa y pausada. Su mirada era fija al momento de responder pero no perdía la dulzura.
Diario: ¿Qué es lo que más extraña de la danza?
Violeta: Extraño mucho la disciplina, la música, el público. La danza es muy bella.
Diario: ¿Cuál es su opinión respecto a la nueva generación de bailarines ?
Violeta: Esta generación de bailarines es muy buena técnicamente hablando, pero les falta fuego interior. Es decir… bailan muy bien pero no ponen el alma y corazón al hacerlo.
Diario: ¿Por qué decidió cerrar la academia y no continuó en manos de sus discípulas?
Violeta: Decidí cerrar por problemas económicos y se lo ofrecí a una de mis alumnas pero ella no aceptó mi propuesta.
En su cara se notó tristeza y tomo una actitud pensativa.
Diario: ¿Qué fue lo que encontró en la pintura y escritura que no le dio la danza?
Violeta: Lo que me brindaron fue fuego interior, eran otras formas de arte.
Respondió con voz muy bajita y su marido la ayudó nuevamente a beber agua. Luego, se sentó a su lado y comentó que dibujaba muy bien desde chica. Toda la vida lo hizo y le gustaba dibujar. También comentó que comenzó a pintar cuando bailaba. Además ella escribe desde hace 15 o 20 años, hasta que decidió publicar su primer libro, “Cantar de mis emociones” en el año 2011 y “Patriarcas Ocultos de Nuestra Tierra” en el 2014. En ese momento hablo con Violeta para decir su verdad, que en realidad ella no buscaba la danza, ya que su verdadero amor por el arte fue la música. Buscaba una forma de expresar lo que sentía por la música y lo encontró en la danza.
Diario: ¿Tiene pensado realizar una nueva publicación?
Violeta: Sí, tengo otro libro que próximamente me gustaría publicarlo; es un libro de poesías.
Cuando termino de responder, su esposo acotó que el libro ya tenía un título: “Nace y muere… Muere y nace”. Esta frase pertenece a uno de los poemas que incluirá la publicación. También comentó el por qué del libro y era porque Violeta es una persona muy religiosa y que cree mucho.
Diario: ¿Cómo le gustaría que la recordaran?
Violeta: Me gustaría que me recordaran bailando…
Pocos segundos después volteó la cabeza a su lado derecho donde se encontraba su marido sentado en un sillón y le comentó, con una mirada pensativa y triste, que no quería morir porque amaba la vida.
Diario: ¿Ha escuchado hablar del Teatro del Bicentenario?
Violeta: Sí, me gustaría muchísimo poder presenciar su apertura… Va a ser especial para la vida de la gente y de todos. La gente está muy acostumbrada al teatro Sarmiento y no saben la historia de éste. En realidad en sus inicios, no era un teatro sino el salón de actos del colegio Paula Albarracín de Sarmiento. Hacía mucha falta acá.

