Tranquila y elegante, con un vestido azul que combinaba con sus ojos y una gran sonrisa en su rostro, Josefa Danna de Prividera, más conocida como “Doña Pipina”, esperaba sentada en la sala principal del que fue su trabajo por más de 60 años junto a su esposo, la Pescadería Prividera.
“Mis padres llegaron de Sicilia, Italia, en el año 1924. Un año después, en 1925 nací yo, acá en San Juan. Tengo 93 años y si bien soy descendiente directa de italianos, me siento y soy sanjuanina”, comenzó a relatar orgullosa Pipina, a Diario La Provincia SJ.
En medio de clientes y de la atención de uno de sus hijos, miró a su hija Mary, quien la acompañaba y recordó entre risas “tuve la oportunidad de ir a Italia, conocer la casa de mi papá y mi mamá. Recuerdo que allá hay muchas escaleras, una tía me animaba a subir pero yo no daba más”.
Pipina es conocida en San Juan por sus tradicionales paellas en “Prividera”, pescadería que con mucho esfuerzo y dedicación, supo levantar con su esposo, a quien aún recuerda. “La pescadería estaba en Av. Libertador y Tucumán pero después del terremoto de 1944 todo se cayó. En 1953 nos mudamos acá, donde estamos hoy. Con mi esposo éramos vecinos, yo regaba una vereda de tierra que tenía en aquel entonces y él pasaba en bicicleta y me decía “¿Cómo le va vecina?”, así empezó todo”, contó
Y agregó “en mi casa tengo recuerdos hermosos, tuve una vida de 93 años hermosa. Recuerdo la crianza de mis hijos. Mi hija quería estudiar música y mi esposo la apoyaba, a mi me costaba más. Una vez le alquiló un piano chiquito y viejo y se pasaba las horas escuchándola tocar. Hasta que un día llegó con un piano enorme, se lo había comprado. Ella se puso muy feliz”, dijo mirando sonriente a la protagonista de su recuerdo.
Josefa, estuvo aproximadamente media hora en la pescadería, esa de la que ahora se encarga su hijo varón y de la cual, debido a su edad, ella dejó de atender. En ese lapso de tiempo, todo aquel que pasó por su lado la saludó con un abrazo, demostrando el gran afecto que la sociedad sanjuanina siente por aquella señora que “hacía las paellas más ricas que se podían encontrar”.
“Yo soy sanjuanina, pero arrastro algunas costumbres de mis padres italianos, como las comidas con pastas y claro, pescado. Recuerdo que los fines de semana comíamos helado, que lo hacíamos con una maquinita que teníamos, eso es algo que no hemos perdido”, contó orgullosa de sus tradiciones.
Pipina, con su ondulado pelo blanco pero con la piel todavía tersa que no confiesa su edad, pensó en sus años de trabajo y los vividos con su familia. Sonrió gratamente al darse cuenta que tuvo la vida que siempre soñó. “San Juan es mi lugar, aquí construí mi familia, me casé y crié a mis tres hijos, dos chicas y un chico. Con mi esposo trabajamos mucho y logramos tener lo que queríamos. Viajé, fui muy feliz. Todavía lo soy”.
Por último, no quiso desaprovechar la oportunidad de hablarle a los sanjuaninos que tanto la adoran. “Siempre tuve buena relación con todos, cuando trabajaba acá siempre todo fue bueno, yo le di lo mejor de mi a San Juan, y los sanjuaninos a mi. Mi sangre es Italiana, pero mi corazón, argentino, sanjuanino”, concluyó Pipina.