Por Raúl Moreno. Contador Público. MBA
En los principios de los estudios sobre motivación descubrimos que la teoría de premios y castigos ha sido (y es) muy utilizada en diversos ámbitos de la vida y de la sociedad, y por qué no, por distintos gobiernos y regímenes que gobernaron el mundo en toda su larga historia.
El problema es que el ser humano es demasiado complejo para tratar de resumir sus motivaciones en tan sólo dos: el miedo y la ambición.
El gobierno usa este método hasta el hartazgo y no es nada nuevo lo que voy a decir, pero llama la atención como quienes se animan a resaltar las virtudes de las medidas de gobierno consiguen no pocas cosas, desde nombramientos hasta contratos (públicos o privados). Por el contrario, las voces críticas son castigadas con los métodos más insólitos que generalmente va desde los insultos y las descalificaciones personales hasta la visita poco cordial de la AFIP o el escrache a manos de voluntariosos militantes de la causa.
Así es, ya vendrán zanahorias cuando me convenza que este gobierno tiene más virtudes que defectos y que tenemos la inmensa suerte que nos gobierne y nos libre de todos los males de la raza humana tanto sean locales como foráneos (fondos buitres), sean actuales como históricos (Sarmiento o Colón). Mientras ello ocurra no veremos otra cosa más que palos.
Pero, como con todo tratamiento que se precie de tal, las contraindicaciones por el uso de este método son también importantes. La principal de ellas es que, como el hombre es un animal de costumbre, tanto el palo como la zanahoria deben ser cada día mayores para lograr los mismos resultados. La gente que va perdiendo el miedo y no tiene mayores ambiciones puede disfrutar de una paz inigualable y si además pudiéramos comprender que nuestro destino no está atado a ninguna acción política sino más bien que cada uno es protagonista de su propio destino, tanto más felices seríamos.
Los que no estamos conformes con la actualidad esperamos, a veces, de la oposición que asuma el rol que nosotros no podemos asumir y nos terminamos dando cuenta que solamente nosotros tenemos el poder para conseguir los cambios que queremos.
Como desde hace tiempo sigue produciéndose un “Gap” (“grieta” en castellano) entre el diagnóstico que encuentra el gobierno a algunos problemas y la realidad de ese problema, muchos prefieren ignorar estas diferencias y conformarse con la zanahoria. El problema de equivocar el diagnóstico radica tal vez en la incapacidad de percibir acabadamente cuál es la realidad como también en la incapacidad para modificarla.
Nunca hubo tanto interés en la economía y en las medidas que se adoptan para resolver los problemas, sin embargo vemos que las sucesivas correcciones que se aplican a la política económica no terminan de producir el resultado querido.
Más de una vez lo hemos dicho, el problema no es el dólar, el problema es la confianza que genera el gobierno con sus medidas, por mencionar alguna de las inquietudes que hoy por hoy concentran nuestra atención.
Por esto resulta muy importante que cada uno tome conciencia de su propio poder de cambio.
El rabino Hillel, un maestro judío que nació en Babilonia en los tiempos de Jesús, describió hace más de dos mil años, el secreto de la felicidad en un par de frases: “Si no soy yo, quién?; Si es sólo para mí, para qué? y si no es ahora, cuando?”.