Once años después, Lorena Gerbeno recuerda con absoluta claridad cada instante de lo que define como “los 21 días más angustiantes” de su vida. La historia conmovió a San Juan y al país entero: el caso de los bebés cambiados al nacer, descubierto no por un error administrativo, sino por algo tan inexplicable como poderoso: el instinto materno.
“Me acuesto a dormir la siesta y me levanto llorando. Agarro a la bebé y le digo a mi marido: esta no es mi hija. Me la cambiaron. Le dije: la otra, la del sanatorio, tenía los ojitos de Santi y la boquita del Lauti. Y pesaba 3,100 kilos, como me habían dicho al nacer”, relató Lorena en una entrevista con TN, visiblemente emocionada.
Todo había comenzado como un sueño cumplido: después de dos varones, Lorena y su familia esperaban con ilusión a una nena. El nacimiento transcurrió sin sobresaltos. “Me la muestran así, parte del staff médico, y me dicen: tu bebé está muy bien, pesó 3,100 kilos”, recordó. Pero algo no encajaba.
Más tarde, su esposo notó en el librito de recién nacido que la bebé pesaba 3,800 kilos. “Yo estaba segura de lo que había escuchado. Pensé que me había confundido… pero no podía dejar de pensar en eso”, confesó. A simple vista, nadie dudaba. La beba era grande, de piernas largas, y todos decían que se parecía a ella y a su suegro.
Pero el destino volvió a cruzar a Lorena con otra mamá del sanatorio, durante un control médico. “La vi y algo me llamó la atención. La bebé estaba envuelta en un polar. Le pregunté cuánto pesó y me dijo: 3,100 kilos”, contó. Esa coincidencia cobró fuerza tras un sueño que cambió todo.
“Uní todos los cabos en el sueño. Era algo visceral. Lloraba sin saber por qué, pero algo en mí me decía que esa no era mi hija. El instinto me gritaba que habían cometido un error”.
Lorena acudió a su madre, y juntas iniciaron el camino para realizar una prueba de ADN. “Me sentía culpable, mala madre. Pensaba: ¿y si me equivoco? Pero no podía quedarme con la duda”. Finalmente, un médico aceleró el trámite tras escuchar su historia. “Le dije: no puedo esperar un mes. Esta no es mi hija”.
El resultado confirmó sus sospechas. Y allí empezó otra lucha para encontrar a su verdadera hija. “Corrí a la policía a hacer la denuncia. Fui al juzgado con el ADN en la mano. Sabía que sin eso me iban a tratar de loca y borrar las pruebas”.
La Justicia actuó con rapidez. Citó a la otra madre y a una tercera que había dado a luz en la misma franja horaria. Y entonces, ocurrió el reencuentro. “La vi. Le pedí a la otra mamá si podía darle un beso. Me dijo que sí. Ese fue mi primer contacto con mi hija: en un juzgado, en brazos de otra”.
El intercambio definitivo se dio al día siguiente. “La otra mamá me dijo: ‘Tomá, es tu bebé’. Me la dio y le empecé a dar de mamar. La abracé. Sentí que un camión me había pasado por encima. Lloraba, pero era un llanto de alivio. Decía: ya está, ya estás conmigo”.
En total, pasaron 21 días entre el nacimiento y el reencuentro. Lorena quiso que la despedida de la otra bebé, a la que también había amamantado, fuera en paz. “Nos juntamos en un lugar neutral con ambas familias. No fue tan duro porque sabía que ahora sí, estaría con su madre”.
En el video puede verse a la pequeña Pía hoy ya con 11 años. Y el emotivo mensaje de su mamá cierra la historia: “Siempre fuiste una nena muy buscada y te amamos con todo el corazón”.