Voz pausada, sonrisa tímida y la mirada puesta en el horizonte. Horacio Hernández dio, hace unos días, un paso muy importante en su vida. Decidió apostar al camino religioso con un compromiso mayor: siendo diácono de la iglesia católica.
El actual juez de Faltas de Capital es conocido por su trayectoria en el ámbito judicial pero pocos conocían el camino que transita con el amor a Cristo y a la iglesia católica. Por eso cuando fue su ordenación como diácono permanente, el pasado 25 de abril, sorprendió a muchos.
“Tengo la bendición de haber nacido en una familia muy cristiana que me inculcó estos valores, y también de haberme casado con una mujer que comparte estos sentimientos”, expresó con emoción a Diario La Provincia SJ.
A su esposa la conoció en la juventud cuando ambos cursaban el camino de la abogacía. Los dos se recibieron y luego se casaron. Finalmente tuvieron tres hijos, que ya son grandes y acompañan la decisión que tomó Hernández. “Es un poco devolver todo lo que el Señor nos daba”, destacó.
La pareja comenzó su recorrido pastoral en la catequesis, un espacio donde encontraron no solo un lugar para servir, sino también para crecer. “Fue quizás una de las épocas más bonitas. Era todo aprendizaje para nosotros, y también el compartir con los demás”, recordó Hernández. A partir de ahí, la fe fue tomando un rol cada vez más activo en su vida a la vez que su profesión lo comprometía también en el tiempo.
“Desde joven mi vocación era ser abogado. Siempre me incliné por la tarea pública y casi desde recién recibido tenía muchas causas”, destacó para luego subrayar: “por alguna casualidad que después me di cuenta que no era casualidad, tenía muchos trabajos referidos a contravenciones y me fui especializando en eso. Tuve también otra bendición de poder haber sido elegido Concejal de esta ciudad de Capital y compartir esa gestión con el doctor Pedro Rizo que es una persona con muchos conocimientos, un experto en materia contravencional y en materia pública. Con él ahí realmente yo me di cuenta que esto era lo mío y que me gustaba”.
Cuando terminó su gestión como concejal se planteó la apertura de los juzgados de Falta de la municipalidad y él se presentó como otro más a concursar como juez y fue nombrado en el año 2005. Tenía poco más de 40 años y sintió que su profesión se convertía poco a poco en una vocación.
“Es una vocación de trabajar por la comunidad porque no somos la justicia de falta de la municipalidad, no buscamos perseguir a la gente ni tampoco recaudar, ser un órgano recaudatorio que quiere cobrar multas y se terminó. Nosotros buscamos que haya una convivencia armónica, que la gente pueda vivir en paz respetando las normas porque no hay otra manera si no y eso ha sido el espíritu de la justicia de faltas en la Capital todos estos años”, explicó.
Su decisión de asumir el diaconado no fue repentina ni forzada, sino el resultado de un proceso silencioso y firme. Para ser diácono hay una escuela de Ministerios Laicales que tiene la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo, en la que él entró a propuesta de un fraile franciscano que lo conocía y lo propuso. En aquel entonces Hernández no pensaba que en ser diácono. Entró en la escuela por el ánimo de conocer, de saber más, impulsado por la pasión de saber más de Dios.
“El Señor cuando te lleva por este camino no te lleva a empujones. Él te va proponiendo, y uno casi sin darse cuenta va diciendo que sí”, reflexionó. Para él, no se trata de acumular conocimientos religiosos, sino de vivir la fe en comunidad: “De nada sirve convertirme en un experto en religión si no lo comparto”, enfatizó.
Hoy, desde su nuevo rol en la Iglesia Católica, Horacio Hernández equilibra su vida entre los expedientes judiciales y las tareas pastorales, convencido de que el servicio a los demás es la mejor forma de agradecer las bendiciones recibidas.