El día del niño se acerca y decenas de organizaciones no gubernamentales, políticas y municipalidades preparan su festejo. El mes de agosto, las redes sociales se llenan de pedidos de donaciones de juguetes, golosinas, chocolate, leche, y todo lo que haga falta para llevar felicidad por un día a cierto grupo de pequeños.
Diario La Provincia vivió este sábado en primera persona uno de las tantas celebraciones que se hicieron y que se seguirán haciendo. En una caravana de nueve autos, partieron los miembros de Rotaract Club San Juan Capital y Caucete hacia la Escuela Rafael Arrieta.
Se trata de una institución educativa ubicada en 25 de Mayo, alejada de la villa cabecera, a la que asisten diariamente alrededor de 70 alumnos divididos en plurigrados. Para acceder a ella hay que transitar varios kilómetros por calles de tierra.
Llegaron temprano, pero sin embargo ya hay una decena de chicos con sus mamás esperando ansiosos y una directora que les abre las puertas de la escuela con mucho orgullo y hospitalidad.
 
 Las mamás estaban esperando desde temprano.

Todavía no están acomodadas las mesas, pero las pelotas ya comenzaron a rodar. El playón se llenó de niños y voluntarios que volvieron a la infancia para divertirse y enseñarles a los agasajados algunos juegos de antaño. Canciones, silbatos, pelotazos… todos juntos disfrutando hasta que llega el grito de ¡Ya está el chocolate!.
¡Todos se suman a los juegos! 

La mesa es caótica, todos quieren probar un poquito de cada cosa y en cuestión de minutos, el chocolate, las facturas, las galletas y los alfajores se vuelan y solo quedan rastros de ellos en algunas comisuras (y en algunas remeras también).
 
 

Sin desperdiciar tiempo, vuelven los juegos, mientras decenas de voluntarios preparan un curso con decenas de bolsitas con regalos especializados para cada uno de ellos. Antes de irse, las profes ayudan pasando lista y haciendo que cada uno de sus alumnos se encuentre con la sorpresa preparada para él. Calzado y bufanda para lo que resta del frío, y por supuesto, lo que no puede faltar, un juguete y una bolsa de golosinas.
Áxel recibe sus zapatillas, bufanda, golosinas y jueguete. 

La tarde está terminando, y el frío comienza a calar hondo en esa escuela ubicada lejos de todo. Madres, niños, y voluntarios se abrazan con la promesa de reencontrarse pronto para poder seguir intercambiando amor. Una experiencia más que recomendable para todo aquel que sepa apreciar la sonrisa en un niño.
 
Los pequeños vuelven a sus casas junto a sus mamás, caminando varios kilómetros en la zona rural.