Nació el 6 de julio de 1943 en Nerja, pueblo cercano a Málaga, España pero las vueltas de la vida lo trajeron a la Argentina. En 1969 se ordenó sacerdote y todo su camino como pastor católico lo hizo en San Juan, su provincia de corazón. El Padre Francisco “Paquito” Martín es un emblema en la provincia y el fin de semana cumplió 55 años de su ordenación. Hoy le toca dar un paso al costado como párroco haciendo celebraciones por su avanzada edad pero sigue presente junto a la comunidad en las confesiones.

Este domingo, el Padre se dio paso unos minutos para hablarle a los sanjuaninos y contarles lo que significa caminar con Dios y su decisión de continuar con los fieles desde otro lado. Desde febrero quedará formalmente como vicario de la Parroquia Divino Salvador mientras que el padre Juan José García quedará al frente de la misma. 

Hoy seguirá el Padre García con quien nos conocemos hace muchos años. Muchas gracias Padre”, comenzó expresando en una ceremonia muy emotiva, en la que destacó la forma de ser de su compañero y la formación que tiene para llevar adelante la comunidad: “más docente, catedrático“.

El padre Paquito trabajó 25 años con la comunidad católica de Rawson donde creó cinco colegios parroquiales. Luego su paso lo marcó en Rivadavia donde llega con su palabra a distintos puntos del departamento desde hace 20 años. 

Todavía recuerdo cuando estudié en Córdoba, donde sostuve mi fe y mi formación. Ahí me acerqué a Cristo”, recordó con melancolía.

EL DÍA QUE EL PADRE CONTÓ SU HISTORIA

Su infancia transcurrió entre la pobreza, consecuencia de la segunda Guerra Mundial, y la inocencia de los juegos de la “pandilla”, como él llama a su grupo de amigos. Francisco Martín, más conocido como Padre Paquito, tiene alma de pastor y servicio. Su infancia lo marcó para hoy tener el mensaje en cada ceremonia de “el cristiano debe ser alegre a pesar de…“.

El camino que pasó junto a Jesús ha sido muy gratificante a lo largo de los años. Sin embargo nunca se olvida esa infancia que lo marcó tanto, en su país de origen y con su familia.

Me acuerdo de mi pueblo, su gente muy sencilla, mucha pobreza. El agua que utilizábamos era de una fuente. Subíamos a la montaña buscando alimento por ejemplo higos, tunas o lo que había quedado de la cosecha. Entonces  cada uno se llevaba, cuatro papas, tres camotes y eso lo llevaba cada uno a su casa, a su familia”, contó hace un tiempo, en el 2021, a Diario La Provincia SJ.

El Padre Paquito vivió situaciones muy dolorosas a lo largo de su infancia. Situaciones que lo marcaron e incluso lo obligaron a estar frente a frente con la muerte. Sin embargo, siempre sintió que tuvo a Dios a su lado que le dio fortaleza para seguir adelante y no rendirse.

Una experiencia muy dolorosa fue cuando tendría unos siete años. Andábamos por la montaña con mis amigos y no habíamos visto el alambre de púa y uno de ellos se resbaló y se clavó en la  tráquea. Le salía mucha sangre. Corrimos a pedir auxilio pero en el pueblo no había hospital y después murió. los amigos lo acompañamos vestidos de monaguillos, en procesión hasta el cementerio, era único hijo, fue muy doloroso”, recordó.

Ésa fue la primera ocasión en la que vio la muerte muy de cerca. Sin embargo no fue la única. En Nerja, se debió enfrentar a otro hecho de mayor envergadura, donde la tragedia enlutó a todo un pueblo.

“Recuerdo otro episodio que viví con mucho dolor: lo peligroso que era el trabajo de los pescadores. En esa época, salían en barcas muy pobres e inseguras y cuando había tormentas muy fuertes, al día siguiente la playa estaba llena de cadáveres, de esos pobres hombres. A los niños no nos dejaban pasar pero algo veíamos y era un escenario muy triste”, agregó.

Con el correr de los años, su familia decidió armar las valijas y salir de ese continente y atravesar el mar rumbo a la Argentina, para asentarse en estas tierras finalmente. “Tenía un tío en Argentina, familiar de mi madre, nos mandó a llamar. En el pueblo no había futuro y decidieron mis padre atravesar el mar en busca de una vida nueva. En 1957 nos embarcamos en Cádiz, en el barco Cabo de Hornos, era muy pobre, pero nos daban dulce y manteca. Estaba muy feliz porque conocí y probé la manteca. Sufrimos un temporal muy fuerte, no nos dejaban salir estábamos encerrados. Fue un viaje muy largo. ¡Nos salvamos de cada una, Dios Santo!”, expresó recordando que por aquel entonces tenía 14 años.

En estas tierras, pero ya marcado y orientado en su niñez, nació su llamado sacerdotal. En su infancia solía concurrir a la iglesia, donde había un cura que recuerda aún con mucho afecta: el padre Miguel. “Le decíamos Don Miguel en muestra de señorío y autoridad”, dijo sonriendo. Allí Paquito ayudaba como monaguillo y siempre se interesaba en cada detalle de la iglesia y de la palabra de Dios. En 1963 estudió en Córdoba en ‘Nuestra señora de Loreto’, y ya en 1969 monseñor Cruvellier lo ordenó sacerdote.

“La primera misa fue en la parroquia de Villa Krause y mi primer trabajo apostólico fue en Angaco. Tengo muy buenos recuerdo con la comunidad de este lugar, gente muy trabajadores Trabajé junto al intendente del lugar, visitábamos los lugares en donde necesitaban nuestra ayuda. Y desde aquel entonces siempre digo “el cristiano debe ser alegre a pesar de…”, finalizó.