Con el foco puesto en la sustentabilidad y la reutilización, Borja Ciruja se posiciona en San Juan como un espacio que promueve la economía circular a través de la venta de objetos usados en buen estado. El local, liderado por Leonardo Gálvez, funciona como un punto de encuentro entre quienes tienen muebles, vajillas u otros artículos en desuso y personas interesadas en darles una segunda oportunidad.
“Somos una comunidad de economía circular de ‘bartulos’. Damos un servicio en pos de la sustentabilidad, tratando de que la gente que tiene cosas que no ocupa en sus casas, como muebles —pueden ser antigüedades o no—, puertas, ventanas, marcos o espejos de demolición, los acerque”, explicó a Diario La Provincia SJ, Gálvez.
“Los recibimos en consignación, los vendemos y nos quedamos con una comisión por la gestión de la venta”, añadió en base a la metodología.
El local se encuentra ubicado en Avenida España antes de Córdoba y suele tener en la puerta una gran cantidad de artículos que llaman mucho la atención.
El público que visita Borja Ciruja es variado. Según su propietario, hay personas que eligen comprar usado porque no pueden acceder a productos nuevos. “A veces les conviene porque encuentran cosas de calidad, aunque sean usadas”, destacó.
Pero también se acercan jóvenes y adultos con conciencia ambiental. “Hay gente más concientizada en torno al ambiente y jóvenes que se van a vivir solos y compran cosas de segunda mano por conciencia”, explicó.
El concepto de “bartulo” que utiliza Borja Ciruja es amplio. Y reciben en consignación todo lo que forma parte del equipamiento hogareño, a excepción de ropa. Pueden encontrarse desde muebles antiguos, equipos de radios, revistas y libros, teléfonos fijos en los modelos más añejos.
“Hemos recibido desde un piano o una cuchara de plata, hasta un trombón o una batería. Los objetos curiosos siempre aparecen”, señaló con entusiasmo Leonardo.
Como la variedad de objetos es tan grande, los precios también varían desde los teléfonos a 40 mil pesos, hasta el piano que data de la década de 1960 y está valuado en un millón de pesos.
La idea de este local no solo propone un consumo más responsable, sino que también se transforma en una alternativa creativa para quienes buscan decorar o equipar sus hogares con identidad y sentido ecológico.