Julia Horn amaba la montaña, por eso cuando llegó a San Juan no dudó en querer abrazarla con su paso. Por eso el pasado jueves 23 de mayo tomó su mochila y abordó un colectivo de la Red Tulum que la llevó a la zona de El Castillito en Ullum. Allí, no se sintió amenazada por las nubes y, emprendió el ascenso al cerro Tres Marías para hacer trekking.
Lejos de lo que todos creían, no decidió bajar inmediatamente sino seguir la senda marcada pero eso la llevó a su muerte. En la Quebrada de Zonda, a la altura del autódromo Eduardo Copello, en una situación que nunca se sabrá, terminó cayendo por una grieta y desembocando en un socavón.
Este jueves se cumple una semana de aquel hecho y un día antes su padre Peter Horn con un colaborador de la ONG Youth For Understanding (YFU) y guías capacitados, llegaron hasta el sendero donde se ve la grieta de 30 metros, adonde Julia perdió la vida.
Hay 12 kilómetros desde el cerro Tres Marías, donde Julia estuvo al principio, y la Quebrada de Zonda, donde todo terminó. Peter, que está en San Juan desde el pasado lunes (mismo día en el que el piloto del helicóptero policial y un guía del Club Andino Mercedario avistaron el cuerpo en un barranco), decidió caminar por ese lugar junto Diego Ardouin, coordinador de YFU.
Precisamente fue este último joven quien confesó en diario Clarín el amor que tenía la chica alemana por la montaña: “Su pasión eran las montañas, la naturaleza, las rocas que fue recolectando en su mochila durante su trayecto al cerro Tres Marías”.
“Los padres sostienen que Julia hizo lo que amaba, que era estar en contacto con la montaña y vivió a pleno. No tenemos que estar triste, sino celebrar la vida“, agregó.
Julia había llegado a la Argentina en abril pasado para participar como voluntaria en la ONG YFU, de intercambio estudiantil. Previo a llegar a San Juan estuvo en Santiago del Estero y en Catamarca. Su objetivo era el domingo pasado viajar a Mendoza, para estar una semana, y luego ir a Neuquén.
El destino que anhelaba era Chile, donde la esperaba una familia que ella quería mucho. Una mujer chilena y su hija fueron quienes le dieron hospedaje cuando Julia tenía 14 años, en otro intercambio cultural.