Era una leyenda viva, una mujer con historia y tradición que logró convertirse en referente de detección de enfermedades. No había estudiado medicina, pero le decían la “Médica de la Alfalfa“, no porque usara esa hierba sino porque vivía en una zona donde ésta se cultivaba.
Doña Felipa Rojas nació el 14 de febrero de un año que nunca fue precisado. El registro de su partida de nacimiento quedó señalado como 1914. Sin embargo se cree que fue inscripta cuando tenía 10 años, algo que era muy común en aquellas épocas.
“A mi me anotaron en 1914, tenía 10 años cuando me anotaron. Me pusieron en el 14 pero por eso mi edad es otra, soy más grande. Tenía el libro de bautismo y se quemó. Mi madre tuvo 10 hijos y yo también tuve 10 hijos”, explicó en una entrevista al periodista Cesar Carmona.
Más allá de este hecho anecdótico, su vida estuvo marcada por una cercanía a los temas de salud que la hicieron famosa en San Juan. Es que tenía un don que pocos podían explicar pero que llegaba a ser muy certero en muchas ocasiones: predecir qué tenía un enfermo, con sólo ver el orina.
“Yo no he tenido estudios. Dios me mandó esto desde muy joven“, dijo en alguna ocasión sin renegar de su pasado pero aclarando que todo lo que la caracterizó fue producto del mandato de un ser superior.
Su padre, a raíz de las pestes se fue a vivir a Rodeo. Sin embargo ella no nació allí, sino en Ciénaga de Huachi, en Jáchal. Con los años se fue a vivir a Tudcum, donde su esposo cultivaba y sembraba. Tuvo diez hijos y fue mamá de corazón de otros tantos más, que eran los hijos de su hermana que murió por una “peste” como solía decir ella.
Tudcum fue su lugar en el mundo y con los años se fue convirtiendo en el lugar hasta donde llegaban muchas personas para pedir ayuda. Pese a que este pueblo recóndito queda a 215 kilómetros de la Ciudad de San Juan, muchos hacían el recorrido para llegar a ella por sufrir distintas dolencias.
Los enfermos o sus familiares le llevaban la orina y ella con su vista especial, la ponía al sol para mirarla. Allí la “médica de la alfalfa” podía descubrir el origen de la dolencia que a veces eran problema de los riñones, otras del hígado, pero fuera lo que fuera que ella observara la recomendación siempre era la misma: “vaya al médico”.
“El palo santo cura muchas enfermedades, infecciones que uno tiene en el cuerpo“, señaló en una entrevista años antes de morir y agregó: “Uno cree que la sangre la tiene pura pero muchas veces la sangre no está pura, ni la circulación de los jugos gástricos o huesos menos“.
Pese a no saber leer ni escribir conocía muy bien las hierbas que eran útiles para calmar dolores y aliviar las enfermedades. Por eso siempre tenía palabras de recomendaciones pero sin dejar de reconocer a los médicos como verdaderos dueños del conocimiento.
Precisamente por este atributo de interpretar el orina y dar sus recomendaciones es que popularmente se le decía “Médica de la Alfalfa“. A ella llegaban personas desde distintos puntos de San Juan y Argentina hasta Chile, Perú o Colombia.
“Tengo algunos problemas de salud pero de la cabeza estoy mejor que nunca y me acuerdo de las cosas“, reconoció a la prensa tiempo antes de caer enferma.
El 8 de marzo del 2010, tras 22 días internada en el Hospital Marcial Quiroga falleció. En el registro del deceso quedó sentado que tenía 96 años sin embargo, y según sus propias palabras, tenía al menos 10 años más.
Reconociendo la edad que ella decía tener, en este 2025, tendría 121 años. Hoy ya no está pero su historia quedó marcada en miles de sanjuaninos.