En el corazón de la Semana Santa, una tradición visualmente impactante y cargada de significado se despliega en las iglesias sanjuaninas: el acto de cubrir con mantos de color morado a los santos y las diversas figuras religiosas.

El color morado de los mantos no es casual. En primer lugar, representa el luto que embarga a los creyentes al recordar la Pasión y la dolorosa muerte de Jesucristo. Al cubrir las imágenes, se manifiesta un profundo respeto por el sufrimiento y la crucifixión, el eje fundamental sobre el cual gira la Semana Santa. Este acto de velar a los santos se convierte en una expresión tangible del duelo colectivo de la comunidad católica.

 

Santos tapados con un manto morado en San Juan. Fotos: Maximiliano Huyema/ Diario La Provincia SJ.

 

Sin embargo, el manto morado no solo evoca tristeza, sino que también encierra un profundo símbolo de esperanza. Esta tradición anticipa la gloriosa Resurrección del Hijo de Dios, un evento central en la fe cristiana que, según las escrituras, acontece el domingo, marcando el culmen de la Semana Santa y dando paso al Domingo de Resurrección. La espera bajo el manto morado intensifica la alegría del encuentro con el Cristo resucitado.

El origen de esta práctica se remonta al siglo XIX y ha perdurado en el imaginario colectivo de los católicos hasta nuestros días. Más allá de su carácter luctuoso, la costumbre de cubrir las imágenes cumple una función pedagógica importante: evitar la distracción de los fieles que transitan por un proceso de conversión y profunda reflexión durante la Semana Santa. La ausencia temporal de las figuras veneradas en los templos invita a los creyentes a enfocar su fe en comprender el inmenso amor de Jesucristo y la trascendencia de su sacrificio por la humanidad.

Una gran cantidad de fieles participa de la celebración de Semana Santa. Fotos: Maximiliano Huyema/ Diario La Provincia SJ.

Un momento particularmente significativo dentro de esta tradición ocurre el Viernes Santo, día en que se conmemora la crucifixión y muerte de Jesús. Progresivamente, las imágenes del Nazareno en la cruz comienzan a despojarse del manto que las ha cubierto durante los días previos. Este acto simbólico marca el inicio de la espera por la Resurrección, la luz que emerge tras la oscuridad del Viernes Santo.

El período en el que las imágenes permanecen cubiertas abarca desde el Quinto Domingo de Cuaresma, conocido también como Domingo de Pasión, hasta la culminación del Triduo Pascual, específicamente en la noche del Jueves Santo al Viernes Santo. En esencia, estas mantas, predominantemente de color morado, sirven para ilustrar cómo la muerte del Hijo de Dios fue, desde una perspectiva terrenal, una forma de ocultar su divinidad ante el mundo, un misterio que se revela plenamente con su gloriosa resurrección.