Te invito a volver la mirada hacia nuestro entorno y a reflexionar sobre cómo anda la relación con el mundo que habitamos. Hagamos un examen de conciencia personal y colectivo, a la luz de la espiritualidad cristiana y del llamado urgente que la crisis ecológica plantea a la humanidad. No es fácil escuchar estos mensajes; nos interpelan en lo profundo, nos sacan de la comodidad y nos llaman a cambiar estilos de vida y hábitos de consumo que han dejado huellas indelebles en la casa común.

No es casual que el mes de la creación que estamos transitando en setiembre llegue con mensajes que perturban, que obligan a mirar en serio nuestras acciones cotidianas. Revisar el propio estilo de vida puede resultar incómodo, porque implica confrontar hábitos arraigados y reconocer nuestra complicidad, muchas veces inadvertida, en el deterioro ambiental. Te pido disculpas por incomodarte, pero no andamos bien; y algo tenemos que hacer. Si la voz de la conciencia sigue viva, estará dispuesta a abrirse a la transformación.

Para quienes nos reconocemos cristianos, la fe en un Dios creador de todo el Universo constituye el fundamento inquebrantable de nuestra relación con el mundo. Como expresa bellamente el Himno en una de las Cartas de San Pablo: “Cristo es el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra (…) Todo fue creado por medio de Él y para Él, (…) y todo subsiste en Él” (Colosenses 1, 15-16).

La naturaleza no es un simple telón de fondo de la historia humana, sino un ser vivo que participa del drama de la redención y de la esperanza (Romanos 8, 19-23). La creación, herida y explotada, clama por justicia. Nuestra fe nos enseña que todo subsiste en Cristo: el cosmos, la tierra, las aguas, los animales, las plantas y cada persona. Nada está fuera del amor creador y redentor de Dios.

El Papa Francisco nos ha insistido en que “todo está interconectado”, la realidad forma una trama de relaciones que nos une a Dios, a cada criatura y a toda la humanidad (LS 66). Este principio, lejos de ser una abstracción, tiene implicancias concretas: lo que hacemos, lo que consumimos, lo que desechamos, afecta no solo nuestro entorno inmediato sino el equilibrio global. El deterioro ambiental y el sufrimiento humano son dos caras de una misma crisis ética y espiritual. El gemido de la tierra y el clamor de los pobres son un mismo grito de lamento (LS 49).

La cultura del descarte, alimentada por la lógica del “usar y tirar”, genera no solo pobreza y exclusión sino también un daño irreversible al ambiente. El avance tecnológico, que podría haber sido fuente de bienestar y equidad, se ha convertido en muchos casos en un factor de desigualdad y contaminación del suelo, el agua y el aire. Los basurales electrónicos en ciudades y periferias muestran la cara más amarga del progreso: computadoras, teléfonos, electrodomésticos, que ayer fueron símbolo de estatus y comodidad, hoy son basura peligrosa. El costo ambiental y social de estos residuos suele ser invisible. El consumo sin freno es una herida abierta.

Los mensajes incómodos no tienen como objetivo paralizar ni generar culpa estéril, sino movilizar hacia una conversión ecológica. Se trata de una transformación profunda que involucra la mente y el corazón, la fe y las obras. Cambiar hábitos de consumo implica preguntarse, antes de adquirir o desechar algo: ¿lo necesito realmente?, ¿qué impacto tendrá en la vida de otras personas y de la tierra?, ¿estoy dispuesto a vivir con menos para que otras personas puedan vivir con lo suficiente? Es un camino exigente, pero vital.

La conversión ecológica tiene dimensiones personales y comunitarias. Implica gestos cotidianos como reducir el consumo de plásticos, reutilizar, reciclar, optar por productos locales y sostenibles, y sobre todo, educar en la conciencia de que todo está interconectado. Pero también requiere compromisos sociales y políticos: exigir políticas públicas a favor del ambiente, apoyar iniciativas ciudadanas y solidarizarse con las comunidades más vulnerables al cambio climático y la contaminación.

El fin de semana que viene se realiza en todo el país la Colecta Más por Menos. Contamos con tu generosidad. “Hoy tu ayuda es esperanza viva”.