Monseñor Jorge Lozano ofició en esta fría jornada de sábado la Santa Misa en la celebración por Corpus Christi en la Iglesia Catedral. Se trata de una fe las fechas litúrgicas más relevantes luego de Semana Santa para la Iglesia Católica.
Ante una gran cantidad de fieles, el obispo remarcó la importancia del Sínodo que se está llevando a cabo en la Iglesia sanjuanina. Aquí la homilía de Monseñor Lozano:
“Celebramos hoy la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, misterio central de nuestra fe, pan partido para la vida del mundo, alimento de comunión, signo visible del amor invisible de Dios. Y lo hacemos con el corazón dispuesto a iniciar juntos el camino del III Sínodo Arquidiocesano de San Juan.
No estamos aquí por una simple motivación organizativa, sino porque Jesús nos convoca, nos reúne, nos alimenta y nos envía.
“El Evangelio de San Lucas que hemos proclamado, nos presenta una escena que refleja el corazón pastoral de Jesús. Él se había retirado a un lugar tranquilo para descansar y conversar con los 12 Apóstoles que regresaban de misionar; venían embalados con ganas de contar sus experiencias. La gente se entera y los busca. Ante una multitud hambrienta, Jesús acoge, predica, y sana. Esos tres verbos nos muestran su estilo pastoral (¿el nuestro puede ser otro distinto?). La multitud acude a Él, y el Pastor no pasa de largo, no se desentiende. Detiene sus pasos, se compadece con cada uno. Acoge con ternura, predica con sencillez y claridad, y sana con misericordia. El amor de Jesús no es abstracto, “a vuelo de pájaro”, sino concreto, personal”
“Jesús predicaba el Reino de Dios. No era una enseñanza teórica, sino un anuncio con poder transformador. Un Reino que empieza aquí, que se hace visible en la comunidad, en la fraternidad, en el pan compartido. Jesús ve a la multitud, y se preocupa por su hambre espiritual y también por su hambre corporal. No separa cuerpo y alma. Él quiere la vida plena, el bien integral de la persona.
Y entonces, los organiza en grupos de cincuenta, como había hecho Moisés en el desierto. Allí también se formó un pueblo, no una masa sin rostro, sino una comunidad de comunidades. ¡Qué hermosa imagen de la identidad de una diócesis!
Notemos que San Lucas nos presenta grupos de personas muy bien diferenciados: la multitud, los discípulos, los doce y Jesús. Así también son los pasos del proceso que vamos desarrollando: todos, algunos, uno. Es el dinamismo del camino sinodal. Jesús es el centro, el que parte el pan, el que nos enseña a repartirlo, el que nos forma como pueblo. Él derrama en nuestros corazones la fuerza del Espíritu Santo como protagonista del sínodo.
Los cinco panes y dos pescados en nuestras manos parecen poco. Pero en las manos de Jesús, se multiplican. “Para el amor no hay nada pequeño” (Siervo de Dios José Américo Orzali) La lógica del Reino no es la lógica de la escasez, sino de la abundancia que nace de la entrega. Todos comieron y se saciaron, y aún sobró. Así es el pan de la Eucaristía: pan para el camino, pan para los peregrinos, pan que nos une como un solo Cuerpo, que es la Iglesia.
Todos comemos del mismo Pan de Vida, todos somos enviados por el mismo Espíritu, que conjuntamente suscita la diversidad (que no es dispersión o anarquía) y la comunión (que no es uniformidad). Todos los carismas y ministerios, todas las comunidades. Catequistas, misioneros, voluntarios de caritas, grupos de oración, laicos varones y mujeres, edades diversas, movimientos y áreas pastorales, vida consagrada y religiosa, diáconos sacerdotes y obispos. Es el Jubileo de la Iglesia Diocesana en la novena de nuestro Patrono, San Juan Bautista. Él vuelve a señalarnos al Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.
Hoy, como Iglesia diocesana, nos renovamos con alegría como Peregrinos de Esperanza, en comunión. El Sínodo es eso: caminar juntos, en comunión, con Jesús en medio y animados por el Espíritu Santo. Como haremos dentro de un rato en la procesión con el Santísimo Sacramento, caminamos juntos con Jesús que va en el centro, en el corazón, en el alma de su pueblo.
Este día nos habla de una Iglesia que escucha, que vive una profunda espiritualidad, y que sale en misión. Estos son los tres desafíos que discerniremos juntos en las sesiones sinodales: escucha, espiritualidad y misión. Hoy, los sinodales hacen su promesa, pero todos somos parte. “Este Sínodo es la obra de todos”, decía el Buen Pastor de Cuyo, el Siervo de Dios Monseñor José Américo Orzali. Todos estamos invitados a participar, a orar, a dejar que el Espíritu nos modele como comunidad.
No es un camino de especialistas, sino del pueblo santo de Dios. Todos caminamos, todos ofrecemos los panes que tenemos, aunque sean pocos. Y si los entregamos a Jesús, Él hará el milagro de la multiplicación, de la comunión, de la fraternidad.
Que esta fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos renueve en la alegría de ser Iglesia, de ser comunidad, de ser un pueblo que camina, anuncia y sirve”