Efectivamente es así. Podemos hablar largos discursos muy bien elaborados acerca de la presencia de Jesús en los más pobres y frágiles. Pero “si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe”, enseña San Pablo a los cristianos de todos los tiempos (I Corintios 13, 1).
En este fin de semana de Pentecostés, en que celebramos el don del Espíritu Santo derramado sobre la Iglesia y sobre cada uno de nosotros, nos sentimos convocados también a renovar nuestro compromiso con los hermanos más pobres a través de la Colecta Nacional de Cáritas.
El lema de este año, “Sigamos organizando la esperanza”, nos convoca a algo más que a dar una ayuda pasajera. Es una invitación a comprometernos con un trabajo serio, sostenido y comunitario. Porque la esperanza, al igual que la caridad y la solidaridad, no se improvisa. Se organiza. Se siembra. Se construye con paciencia, generosidad y amor concreto. Se escucha la realidad, se acoge, se discierne y se decide.
¿Sabías que Cáritas Argentina está presente en más de 3.500 comunidades de todo el país? ¿Sabías que está formada con una red de 40.000 voluntarios que cada día, silenciosamente, ofrecen su tiempo, su escucha, su cercanía y su trabajo? Es una presencia verdaderamente capilar, que llega allí donde otras instituciones no logran hacerlo, acompañando las heridas más profundas de nuestro pueblo. Pero no pueden ni deben hacerlo en soledad. Ellos son “la caricia de la Iglesia madre”, dijo en varias oportunidades el Papa Francisco.
Los voluntarios de Cáritas sostienen comedores y merenderos, para que muchas familias puedan acceder al pan de cada día, atendiendo al hambre más urgente. Acompañan a niños y adolescentes en el apoyo escolar, para que nadie quede fuera del sistema educativo, y tengan acceso al derecho a la educación. Promueven talleres de capacitación laboral y apoyan emprendimientos de economía social, para que el trabajo sea un camino digno de desarrollo y sustento. También se ocupan de personas que luchan contra las adicciones, ayudándolas a reconstruir su vida desde el vínculo, la contención y la esperanza.
Todo esto no sería posible sin la colaboración de todos. Todos somos responsables de Cáritas. No es una tarea delegada a algunos pocos. Es una misión de toda la Iglesia, de cada comunidad, de cada corazón creyente que se deja mover por el Espíritu Santo.
Y justamente en este tiempo sinodal que vivimos como Iglesia, el Espíritu nos impulsa a caminar juntos, a escucharnos, a salir al encuentro, a ser una Iglesia cercana, pobre con los pobres, servidora de todos. Cáritas es expresión viva de este caminar del Pueblo de Dios que no deja a nadie atrás.
Por eso, este fin de semana, al participar de la Colecta, no solo estarás dando una ayuda concreta: estarás sembrando esperanza organizada, esperanza con nombre y rostro, esperanza que no defrauda. También podrás participar con otros medios virtuales que están en la página web de Caritas.
Como en Pentecostés, el fuego del Espíritu nos impulsa a salir de nosotros mismos, a compartir, a construir fraternidad, a animar el corazón de los que más sufren. Que no falte tu aporte. Pequeño o grande, lo que des será mucho. Porque será con amor.
No miremos para otro lado. No esperemos a que lo hagan otros. Pongamos lo que tenemos, un gesto, una oración, una donación, un compromiso. Porque cuando la esperanza se organiza, se convierte en obra concreta, en justicia, en paz, en pan para todos.
¡Sigamos organizando la esperanza!