Este 18 de diciembre, el padre Raúl Lucio de los Ríos (61), conocido por todos como “Padre Chicho”, celebra 32 años de sacerdocio, un camino marcado por su dedicación al servicio de la comunidad. A lo largo de estas tres décadas, su vida se ha tejido con hilos de amor, compromiso y profunda fe.
El sacerdote reflexionó sobre su trayectoria, destacando no solo su fuerte vinculación con el fútbol, sino también una experiencia única y conmovedora que vivió junto al plantel de San Martín de San Juan tras el ascenso a Primera División. Un logro que no solo fue un hito deportivo, sino un verdadero acto de unidad y esperanza para todos los sanjuaninos.
En sus palabras, el padre Raúl expresó que su vida ha sido vivida con mucha pasión, entregándose por completo a cada momento y a cada experiencia. Destacó que su vocación sacerdotal ha estado siempre marcada por el compromiso y la dedicación, tanto en su labor religiosa como en su relación con la comunidad. En este sentido, remarcó su fuerte identificación con el deporte, al considerarlo no solo una actividad física, sino una herramienta clave para acompañar y fortalecer a los jóvenes y adolescentes, a quienes considera el futuro de la sociedad. “Realmente me identifico mucho con ellos“, afirmó con emoción a Diario La Provincia SJ.

El padre “Chicho” no oculta su amor por el fútbol. Aunque se considera un ferviente hincha de Club Atlético de la Juventud Alianza, su vínculo con San Martín de Concepción es profundo, ya que es el lugar donde nació y creció. “Soy Lechuzo, pero tengo esa relación con San Martín porque ahí nací, pasé mi infancia y juventud, y tomé mis primeros sacramentos. Sentí el llamado del Señor en esa comunidad”, contó.
El sacerdote también reveló cómo su conexión con el deporte lo llevó a ser parte del proceso vivido por San Martín, el club sanjuanino que recientemente logró ascender a la Primera División.
Actualmente, el padre Raúl se encuentra en la Parroquia Santa Bárbara de Pocito, donde estableció un fuerte vínculo con los jóvenes del club Aberastain, conocidos como los “Naranjas”. Gracias a este contacto, el padre logró conectarse con algunos de los dirigentes del club Verdinegro, lo que le permitió cumplir su objetivo de acompañar al plantel en este momento tan importante.
“Me sorprendió la humildad y la ansiedad de triunfo de los chicos de San Martín. Todos los muchachos eran de otras provincias, pero la atención que me prestaron fue muy linda”, expresó emocionado, destacando el espíritu de unidad y trabajo en equipo que encontró en el plantel.
El sacerdote tuvo la oportunidad de compartir unos minutos previos con el plantel de San Martín de San Juan antes del crucial partido contra Gimnasia de Mendoza. Con profunda emoción, bendijo a los jugadores en un acto cargado de emoción y confianza. “Les pedí que extendieran las manos abiertas para recibir la bendición de Dios. Era una bendición para todos, para que tuvieran un buen viaje, un regreso seguro, y sobre todo, que jugaran con paz y tranquilidad”, subrayó el padre, quien también les dejó un mensaje esperanzador: “Los espero como campeones”. Un deseo que, con el paso del tiempo, se hizo realidad al ver a San Martín alcanzar su tan esperado ascenso.
Un gesto de gratitud y hermandad
El día de los festejos en el Hilario Sánchez, el sacerdote recibió una invitación para asistir a la bienvenida que el club les dio a los jugadores. “La relación había cambiado, ya no había nervios, muchos venían a abrazarme”, relató emocionado. Destacó especialmente el gesto de Nico Pelaitay, un sanjuanino del equipo, a quien le agradeció todo lo vivido.
Otro momento que tocó profundamente al padre fue el de Nazareno Fúnez, un jugador que había sido operado de peritonitis días antes y que, tras recibir la bendición, le pidió una bendición especial para el partido. “Nazareno me dio un sombrero con el que los jugadores entraron a la cancha. Ese sombrero no es un objeto cualquiera, simboliza lo que ellos pusieron para llegar hasta allí. Me impactó mucho ese gesto”, sostuvo.
La importancia de la unidad y la paz
El sacerdote destacó la importancia de la fraternidad y la unión de los sanjuaninos, más allá de las diferencias en cuanto a la identidad deportiva. “San Martín es San Juan, y es el momento de que todos sumemos. En la bienvenida del club vi a la gente gritar por una misma realidad: ¡San Juan en Primera! Es motivo de alegría, y el desafío es acompañar y ser solidarios, volviendo a esa fraternidad que a veces perdemos”, subrayó.
Con la llegada de la Navidad, el padre Raúl reflexionó sobre la importancia de encontrar paz en un mundo agitado. “Este año quiero que nos tomemos un tiempo para pedirle a Dios la verdadera paz. En la cancha, rezando por San Martín, vimos lo que significa estar unidos. Necesitamos recuperar ese sentido de pertenencia, vivir con paz, y empezar a cambiar desde nosotros mismos. La paz verdadera la trae Jesús, quien nos enseña a respetar, cuidar y ayudar a los demás”, sumó.
En fotos: los festejos












