Nació el 6 de julio de 1944, en Caucete. Cuando tenía 41 años decidió cambiar su rumbo e irse a vivir a Córdoba, con una mano atrás y otra adelante. Sin embargo no se equivocó y hoy es una de las voces más queridas del dial cordobés y nacional. Rony Vargas es la voz de Viva la Radio por Cadena 3. Con este programa consiguió conquistar a miles de oyentes. Y por eso, diario Día a Día decidió hacerle una entrevista al sanjuanino, de la cual a continuación reproducimos de manera parcial.
–¿Qué lo decidió por venir a Córdoba?
–Este fue el primer lugar que visitamos. Tenemos dos etapas con Mario (Pereyra) en Córdoba: la primera, cuando trabajábamos en LV2. Tuvimos una gran recepción. Al principio fue un poco duro crear la costumbre de un estilo de radio diferente, pero después nos fuimos identificando y la gente se fue identificando con nosotros. Pero poco después volvimos con Mario a San Juan (a trabajar en radio Colón y radio Sarmiento). Al tiempo, vimos que habíamos tocado techo y por eso decidimos volver acá. Al comienzo, decidimos que Mario se quedara en Córdoba y yo en San Juan para cubrir los horarios que teníamos comprometido con la gente de allá. Le habíamos hecho una falsa promesa a los directivos de que íbamos a probar, pero que teníamos la impresión de que íbamos a volver (risas). En ese tiempo, yo viajaba de San Juan a Córdoba para preguntarle a Mario cómo se encontraba. En esa época no había celulares, no había Internet, entonces tenía que venir personalmente… Y Mario acá ya era un éxito, fue un suceso desde que comenzó.
–Y entonces usted se vino definitivamente…
–Sí, después me sumé yo, en el 1985, pero fue muy duro, muy duro. Porque yo venía a la tarde, con una estructura de programa dirigido a todos los segmentos. Y en esos momentos, en LV2 y LV3 se pasaba a esa hora pura y exclusivamente música de cuarteto, con los anuncios de los bailes. Y yo tenía muchos problemas porque tenía gran cantidad publicidad y pasaba muy poco cuarteto, no porque no me gustara, ponía algo porque era un programa general. Y tuve problemas porque los cuarteteros retiraron toda la publicidad. Entonces me quedé con uno o dos avisos. La pasaba muy mal. Por suerte al poco tiempo, unos seis meses, el gusto de la gente fue cambiando. Fueron días de muchísimos nervios. Yo terminaba mi programa y me iba a la iglesia del Pilar a pedir por mi futuro, para que me vaya bien.
–Se daba la paradoja de que en San Juan era un éxito y acá la tenía que pelear de cero.
–Claro. Lo de Mario fue distinto. Fue un programa (Juntos) que triunfó desde el primer instante a pesar de la competencia. Ahora, en el caso mío fue más complicado, la gente estaba acostumbrada a otra cosa, a escuchar otra música. Antes de nosotros, la radio que escuchaba una gran mayoría para informarse de todo era Universidad. Esto fue cambiando por nuestro estilo de dar la información, del contacto permanente con la gente y el trasmitir desde todas partes, que es un sello de nuestra radio.
–¿Vuelve a San Juan?
–Muy de vez en cuando. Desde que fallecieron mis padres prácticamente no voy. Tengo hermanos que vienen a visitarme. Yo tenía fincas con viñedos allá, pero lo fui vendiendo porque en ese tipo de emprendimientos hay que estar presente.
–¿Qué le atrae de Córdoba?
–Lo que me atrapa es la cantidad de paisajes distintos que te ofrece de acuerdo al valle que uno recorre. Su verde, sus árboles. En bicicleta recorrí muchísimo. Me hacía los sábados entre 160 y 200 kilómetros. Me iba al Pan de Azúcar, a La Falda, iba a Bialet Massé y me quedaba a comer y volvía a la cinco de la tarde. Y lo que me atrapa sinceramente es el norte cordobés. Me encanta. Será que tiene una similitud con los paisajes de la provincia de San Juan… y tiene tanta historia. Uno de los primero lugares que conocí bien fue Tulumba y me encantó. Hablaba tanto de Tulumba en la radio que la gente me decía cuánto me habían pagado.
–Se lo conoce como un tipo muy aventurero, hasta se tiró en paracaídas, ¿qué le queda por hacer?
–Ya estoy más tranquilo. Ando en moto, menos que antes, pero ando. Cabalgo muchísimo. Me encantan los caballos. Mi padre trabajaba en una finca muy importante y ahí prácticamente he nacido a caballo. Cuando era maestro en la Precordillera tenía mi caballo, lo ensillaba y salía los fines de semana a visitar a los amigos de otras escuelas.
–¿Y de dónde viene la pasión por los fierros?
–Corrí carreras de autos en el autódromo de San Juan, carreras entre amigos, no profesionalmente. En motos sí: hice la Doble Calingasta, una prueba muy difícil porque ese camino tiene mil seiscientas curvas, en el que de un lado está el precipicio y del otro la montaña. Eso lo hice de muy joven, preparé una moto Puma y corrí. Otra de mis pasiones es el ciclismo.
–Usted trasmitió mucho carreras de ciclismo, después el Rally, el Dakar…
-Si bien yo entré como locutor en la radio, la radio me obligó ir aprendiendo muchísimas cosas. Entonces comenzamos a hacer trasmisiones de ciclismo y aprendí que la emoción en las competencias de largo aliento de bicicletas se la da la radio. La emoción se la da la radio. Porque hay que ver pelotones de 60, 70 tipos todos juntos durante muchos kilómetros… de qué manera vas a entusiasmar a la gente que está escuchando, porque es sumamente aburrido. Entonces ahí está la actividad de la radio, que le da al ciclismo una vivacidad totalmente distinta, dando diferencias de tiempo, con la escapada, con el alcance; sin mentir, pero sí exagerando un poco, lo que hace trabajar la imaginación de la gente. Y eso mismo tiene el rally: la clave de la conducción radial del rally es hacerlo un hecho totalmente ágil que entusiasme a la gente. Porque el rally son prime que comienzan y terminan rápidamente, pero vamos enganchando prime con prime y tenemos permanentemente toda la información: con el helicóptero, con los puestos en la ruta, con las alternativas de los accidentes, la información de servicio…
–No es habitual ver a una figura como usted de movilero, ¿qué lo motiva a seguir en la calle? 
-Cada vez que me levanto me siente feliz de poder salir a la calle. De hacer dos o tres notas a la mañana y de estar en contacto con la gente, porque me nutre y me hace sentir muy bien.
–¿Siente que le quitó tiempo a su familia por la profesión? 
–No siento que esté en deuda, yo siento agradecimiento por mi familia, que me pudo bancar. He viajado muchísimo por el mundo con distintos tipos de trasmisiones. A mi mujer le debo su compresión y el haberle trasmitido a mis hijos que eso era una necesidad porque ese era el pan que llegaba todos los días al hogar.